Tu odio contra mi libertad
Las manifestaciones de la “expresión del odio” son cada vez más visibles, en parte, debido a la rapidez con la que se difunde la información a través de los medios de comunicación y las redes sociales. En este contexto de globalización en el que las migraciones y movimientos demográficos van en aumento, las economías estatales están en declive y la seguridad internacional supone un reto, la estigmatización de comunidades específicas es un discurso con cada vez más adeptos. Así, asistimos a la aprobación de leyes y políticas de lucha contra el terrorismo que derivan, en nombre del derecho a la seguridad, en restricciones a las libertades fundamentales, como la elaboración de perfiles en función de etnia o religión, mientras se disparan los discursos demagógicos por parte de la clase política y los medios de comunicación.
Asistimos a la aprobación de leyes y políticas de lucha contra el terrorismo que derivan, en nombre del derecho a la seguridad, en restricciones a libertades fundamentales
Catalunya tampoco está exenta de esta situación. El aumento de la “expresión del odio” también se da en nuestro entorno más cercano. Comentarios y actuaciones racistas, xenófobos, LGTBIQ+fóbicos, aporófobo (odio hacia las personas pobres), machistas etc. se viven a diario en nuestras calles. Aunque no son un elemento nuevo, la normalización del uso de las redes sociales ha proporcionado una nueva plataforma, a menudo anónima, para la divulgación de ideologías que promueven el odio basado en la pertenencia, real o ficticia, a una raza, etnia, religión, nacionalidad, género, edad, discapacidad, orientación sexual o identidad de género, lengua, ideología, estatus socioeconómico y ocupación, apariencia, capacidad mental o cualquier otro aspecto ”diferencial”.
La normalización del uso de las redes inicia una nueva etapa, en la que no podemos separar la actividad digital y la actividad en el mundo no virtual. La interconexión del mundo online y offline es evidente y las acciones tanto en uno como en el otro están vinculadas. El odio está organizado en ambas, y no existe una respuesta global ante este fenómeno. Esta incapacidad de organización evidencia la necesidad de establecer definiciones claras y protocolos de actuación. En este sentido, los encuentros como el #BCNvsOdi, organizado en la ciudad de Barcelona, son imprescindibles para crear espacios de debate internacional donde establecer acuerdos y estrategias frente a este problema que traspasa fronteras a través de internet.
La interconexión del mundo online y offline es evidente y las acciones tanto en uno como en el otro están vinculadas. El odio está organizado en ambas, y no existe una respuesta global ante este fenómeno.
Desde el IDHC, queremos contribuir a una sociedad civil organizada frente a este fenómeno que dé respuesta a todo tipo de manifestación de odio y proteger así los derechos humanos de todas las personas.
Siguiendo la línea establecida en las jornadas #BCNvsOdi por Gavin Phillipson, profesor de la universidad de Durham, nos preguntamos para qué trabajamos contra el discurso de odio: ¿Es nuestra finalidad disminuir la hostilidad hacia los grupos vulnerabilizados, defender la dignidad de los mismos o es simplemente una acción simbólica?
La dignidad humana es un principio que hay que proteger, y para ello las agresiones a grupos discriminados tienen que desaparecer en pro de la igualdad. No es por tanto una acción simbólica nuestro fin, sino la protección del principio de la dignidad humana como fundamento de los derechos humanos. Situando la dignidad humana en el centro de nuestra actividad, podemos empezar a identificar y catalogar las distintas situaciones de agresiones (tanto verbales como físicas) que atentan contra la igualdad y fomentan la creación del concepto del “otro” como diferente, merecedor de menos derechos. Aquí es donde nos encontramos con la dificultad de la delimitación entre el derecho a la libertad de expresión y a la igualdad.
Hemos pasado de un escenario en el que el discurso de odio o el delito de odio no existían, a uno en el que se empieza a penalizar la libertad de expresión más básica calificándola como delito de odio. No debemos olvidar que la libertad de expresión es también un derecho que debe ser protegido, respetado y garantizado. La penalización del discurso de odio tiene como objetivo la protección de colectivos vulnerabilizados y no la persecución de discursos que, rebuscadamente, se califican como odio. La interpretación de las leyes se debe realizar siempre de acuerdo a los tratados y recomendaciones internacionales que clarifican con bastante exactitud los límites de la libertad de expresión. Tenemos ante nosotros el reto de hacer un juego de caderas entre derecho a la libertad de expresión y el derecho a la igualdad sin olvidarnos de que para ello, antes que la vía penal, disponemos un gran abanico de actuaciones a las que podemos recurrir. Las contranarrativas y la elaboración y difusión de discursos que enriquezcan el debate democrático y que hagan frente al discurso del odio son una buena alternativa, por ejemplo.
Las contranarrativas y la elaboración y difusión de discursos que enriquezcan el debate democrático y que hagan frente al discurso del odio son una buena alternativa
Es en este espacio donde las organizaciones de la sociedad civil podemos realizar más aportaciones. Además de participar en debates y encuentros como el #BCNvsOdi para explorar de forma conjunta estrategias que frenen el fenómeno del odio, desde el Institut de Drets Humans de Catalunya estamos trabajando en distintos proyectos como Això es Odi, para intervenir ante los delitos de odio, CiberRespect en el que estamos desarrollando distintas herramientas de intervención en forma de contranarrativas en las redes ante comentarios que fomentan el odio en Galicia.