El asilo no es un privilegio, sino un derecho que se ha de ejercer en condiciones de vida dignas
Han pasado 40 años desde que España se adhirió a la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados, 23 desde que ratificó el Convenio de Dublín y casi 9 meses desde que venció el plazo del último compromiso internacional que asumió, junto con toda la Unión Europea, para recibir y acoger a personas solicitantes de protección internacional.
Pasan los años, los meses, los días y seguimos esperando que quienes huyen de la guerra, la persecución, la violencia, la discriminación, el odio o la destrucción de su entorno puedan llegar sin mayores obstáculos a un lugar seguro, a nuestros barrios, a nuestras casas.
Hemos salido a las calles a exigir que el Gobierno cumpla con sus obligaciones, hemos denunciado en foros nacionales e internacionales esa inacción y seguimos casi igual, expresando lo mismo: ¡Queremos acoger!
Pero nos hemos preguntado: ¿Para qué queremos acoger? ¿Dónde y cómo están quienes han llegado? ¿Estamos haciendo que estas personas se sientan como en casa?
Acoger no es solo decirlo. Acoger no es hasta cuando finalmente llegan. Acoger es un largo proceso que significa no excluir, no discriminar, garantizar los derechos de las personas acogidas, tratarlas en igualdad respetando nuestras diferencias. Acoger es darles la bienvenida y acompañarlas en su nuevo entorno, en su nueva comunidad. Acoger es una obligación de los gobiernos, pero también un compromiso de la ciudadanía.
Nos hemos acostumbrado a hablar de “las personas refugiadas” cuando muchas de ellas nunca lo serán, ya que pasarán los meses o años y las autoridades no les reconocerán esa condición y las convertirán en eternas solicitantes de protección internacional; lo que demuestra que no todo termina cuando han llegado (las que han tenido esa suerte), más bien, ahí tan solo comienza lo que no en todos los casos será una vida de persona refugiada con derechos y deberes de ciudadanía.
No podemos dejar de insistir en que queremos acoger, en que queremos que se garantice el derecho al asilo a quien lo necesite. Pero tampoco podemos estar conformes cuando quienes han llegado siguen siendo excluidos de opciones laborales, se les niega la oportunidad de alquilar una vivienda digna, se les excluye de actividades de esparcimiento o se les rechaza de centros escolares y de servicios de salud sobre los que, debiendo ser universales, no en todos los ayuntamientos, comunidades y todavía menos en el Estado, se han asumido responsabilidades.
Pero también, como sociedad civil organizada, como entidades que buscamos que el refugio y el asilo sean una realidad, debemos dejar de sentirnos satisfechas o sentir que cumplimos nuestra misión con la celebración de actos como este y seguir sensibilizando a los convencidos. No, el verdadero reto es llegar a quienes lo siguen rechazando, invertir las mentiras, no tomar más partido o posición política que la efectiva garantía, el respeto y el ejercicio de los derechos humanos, del derecho a la protección internacional.
Hoy es un día para recordar a los miles de personas que buscan refugio en el mundo, un día para exigir que los estados cumplan con sus obligaciones y les concedan protección internacional. Pero también, es un día para recordar que acoger es mucho más que dar la bienvenida y expresar buenos deseos, pues el asilo no es un privilegio, sino un derecho que se debe ejercer con condiciones de vida dignas, en las que los gobiernos y toda la sociedad tenemos corresponsabilidad.
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